marzo 25, 2020
La perspectiva de crecimiento de la población mundial, el uso insostenible de los recursos y el cambio climático exigen optimizar al máximo la producción de alimentos. El cambio tecnológico para afrontar estos retos ha dado lugar a lo que se denomina agricultura 4.0. Agricultura inteligente o smart agro son también otros términos que se emplean para definir la revolución tecnológica del sector agrario.
Así, la tecnología ha llegado al sector primario para quedarse. Hablamos de drones, big data, GPS, plantaciones hidropónicas, sensores aéreos, maquinaria automática, cámaras de suelo…
Transformación de la mano de la innovación y tecnología
Productividad y eficiencia para obtener más alimentos con un menor consumo de recursos naturales, empleando para ello la recopilación y el análisis de datos: esta es la base de la agricultura 4.0, que incluye innovaciones ligadas a la agricultura de precisión.
De esta forma, se capta información a través de los sensores instalados en las explotaciones agrícolas, que se transmite en tiempo real. Su análisis permite tomar decisiones inteligentes. Es decir, todo está conectado y generando datos, que se analizan de forma masiva. En este contexto, se emplea:
– Sensorización ambiental.
– Drones y teledetección.
– Internet de las cosas (IoT).
– Inteligencia artificial (AI).
– Sistemas predictivos.
– Big Data.
Además, con la automatización de maquinaria que trabaja de forma rápida, fiable y segura para los trabajadores se logra reducir el gasto en combustible y energía. Por su parte, con la monitorización gracias a los drones, se controla de forma óptima el agua y el suelo. Asimismo, enfoques cooperativos como la maquinaria compartida o la de segunda mano vendida online permiten reducir costes. Y esto son solo algunos de los cambios que introduce la agricultura 4.0.
Beneficios de la implantación de la agricultura 4.0
Aplicar la tecnología a la producción agrícola permite ajustar al máximo la cantidad de riego y fertilizantes que necesita cada plantación. Pero, no hay que olvidar que a la tecnología hay que sumar otra herramienta muy útil: la fitogenética. Con todo esto, se consiguen ventajas muy relevantes:
– Mayor productividad: gracias a la reducción de costes y el uso más eficiente y controlado de recursos.
– Decisiones inteligentes: adaptadas a las necesidades de cada plantación, en base a datos muy precisos.
– Menor impacto medioambiental: gracias a un uso más eficiente de los recursos.
– Ajuste del uso de fitosanitarios: al poder determinar con precisión qué áreas necesitan tratamiento se optimiza el uso de los insumos y se minimiza el riesgo de plagas.
– Reducción de costes: como consecuencia de una mejor gestión de los recursos.
– Mejora en la calidad de vida del agricultor: se libera de tareas agrícolas pesadas gracias a la automatización de procesos.
– Incorporación de agricultores jóvenes al sector: la digitalización es todo un aliciente para que las nuevas generaciones perciban la agricultura como un área profesional de interés. Se convierte así en una herramienta para hacer frente al reto demográfico.
Para implantar todas estas innovaciones tecnológicas es necesaria una inversión en formación, adaptación y nueva tecnología, que se amortiza en pocos ciclos al mejor rápidamente la productividad. También hace imprescindible la conexión a Internet, algo básico para el desarrollo rural en general y para frenar la despoblación.
Sin duda, el presente y futuro del sector agrícola pasan por la tecnología y la digitalización. Se han convertido en instrumentos imprescindibles para mejorar la sostenibilidad y la competitividad del sector, conduciéndolo de este modo a los objetivos establecidos por la Política Agraria Común (PAC).