La agrobiodiversidad, biodiversidad agrícola o diversidad biológica asociada a la agricultura es el conjunto de variedades de especies vegetales y animales resultado del cultivo y la domesticación de plantas silvestres y animales salvajes. Así, la labor de los agricultores a lo largo de la historia ha conformado la biodiversidad actual. Y, con un 40% de la superficie del planeta cultivada, desarrollan un papel clave en su conservación.
La agricultura como herramienta contra la pérdida de biodiversidad
Así lo denunciaba la FAO en un informe del 2019 bajo la dirección de la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura, en el que se apuntaba una pérdida del 75% de la biodiversidad de los cultivo a escala mundial. Con información de 91 países y en análisis de los últimos datos a nivel mundial, señalaba la disminución de la diversidad vegetal en las explotaciones agrícolas, el aumento de las razas ganaderas en peligro de extinción y de las poblaciones de peces que sufren sobrepesca. A esto se suma que cada vez la alimentación del planeta depende de menos especies. Todo esto implica un mayor riesgo de sufrir plagas y enfermedades por un lado y, por otro, coloca en un frágil lugar la seguridad alimentaria.
Según el mismo documento, las causas de la pérdida de biodiversidad son:
– Los cambios en el uso y la gestión de la tierra y el agua.
– La contaminación.
– La sobrepesca y la sobreexplotación.
– La crisis climática.
– El aumento de la población.
– El crecimiento de las ciudades y la urbanización.
Protegerla es imprescindible para garantizar la seguridad alimentaria, para que se puedan mantener dietas saludables y para favorecer el desarrollo rural. Asimismo, la producción sostenible de alimentos es clave para adaptarse a los retos que supone el cambio climático y no perjudicar al medio ambiente.
Pero, también hay que entender la conservación de la biodiversidad como una herramienta para prevenir la expansión de enfermedades como el COVID-19. El cambio climático y la simplificación de los ecosistemas por parte de la acción humana (eliminación de especies, reducción de procesos ecológicos) supone un creciente riesgo para la salud de las personas.
En esta línea, ya hay tendencias claras, como la agricultura orgánica, la de conservación, la agroecología, la gestión sostenible de los suelos y de los bosques, la agrosilvicultura, el manejo integrado de plagas, la diversificación en la acuicultura, el enfoque ecosistémico de la pesca o la restauración de los ecosistemas.
Soberanía alimentaria para el desarrollo rural sostenible y una alimentación de calidad
Hasta ahora, se ha potenciado el uso de unas pocas especies de alto rendimiento. Esta posición perjudica la biodiversidad, puesto que el abandono de variedades por parte de los agricultores puede implicar su desaparición. Además, limita la producción de cultivos que se adapten a las distintas condiciones climáticas y que resistan enfermedades y plagas, lo que supone una barrera para la agricultura de subsistencia. Este punto de vista también limita la calidad de la alimentación de la ciudadanía, puesto que a mayor variedad de cultivos, más nutritiva será la dieta.
Los agricultores de todos los lugares cuentan con valiosos conocimientos que permiten proteger la biodiversidad. Con su puesta en práctica se garantiza, además, una producción que permite el desarrollo del entorno rural tanto a nivel económico, como social y medioambiental. Así, el concepto de soberanía alimentaria descansa sobre una agricultura que garantiza la calidad de vida de los pequeños y medianos agricultores.
Por tanto, con este enfoque se pretende dar la vuelta al contexto actual en el que la rentabilidad prima sobre la calidad de los productos. Se busca poner de nuevo en el centro de los sistemas y políticas alimentarias a los productores, por encima de los mercados y grandes empresas. Se prioriza entonces la economía local, las explotaciones familiares y las técnicas artesanales y tradicionales; no hay que olvidar que, en todas las culturas, los agricultores tienen conocimientos muy útiles para ajustar las variedades a ecosistema local.
Por tanto, la defensa de la soberanía alimentaria está íntimamente ligada a la conservación de la biodiversidad, de las culturas locales y al desarrollo rural.